Oseas 11:1-11; Salmo 107:1-9, 43; Colosenses 3:1-11; Lucas 12:13-21
Octavo Domingo después de Pentecostés – Propio 13 – Domingo – 3 de agosto
de 2025

En el sermón de hoy, Lucas 12:13-21, Jesús nos advierte que estemos en guardia contra la avaricia. No se puede vivir para Dios y vivir en la avaricia. Jesús lo enfatiza en la parábola del rico insensato. ¿Qué nos enseña esta parábola sobre la vida, la muerte y la eternidad? Analicémosla bajo dos encabezados: La vida del rico y la muerte del insensato.

La vida del rico

El personaje principal de esta parábola se llama «el rico insensato» porque tuvo una mala solución para un buen problema. El versículo 17 dice que el hombre rico pensó: «¿Qué haré, pues no tengo dónde guardar mi cosecha?». La abundante cosecha le planteó un dilema. Cosechó tanto grano que sus graneros no tenían espacio para almacenarlo todo. Este es un buen problema.

¿O no? «¿Qué haré?» indica más que la confusión del hombre rico sobre dónde almacenar su grano. Expresaba su gran ansiedad por sus problemas de almacenamiento. Proverbios 10:22 dice: «La bendición de Dios enriquece, y no añade tristeza con ella». La bendición de este hombre rico se convirtió en
maldición debido a su egocentrismo. Si hubiera compartido su abundancia, podría haber seguido siendo rico mientras ayudaba a las personas necesitadas.

La Muerte de un Hombre Insensato

Hasta este punto, el hombre rico es el único personaje de la parábola. El versículo 20 introduce un nuevo personaje: Dios.

Cuando Jesús quiere que Dios hable en una parábola, lo disfraza de uno de los personajes de la historia, ya sea un rey, un amo, un noble, un padre o un pastor.

Para mostrar la futilidad de la vida de este hombre rico, Jesús presenta a Dios como una aparición especial, representándose a sí mismo. El hombre rico ha tenido mucho que decir en esta parábola. Dios tiene la última palabra al final. «Pero Dios le dijo: ‘¡Necio!'».

La ley general de la acumulación representa una primera articulación de categorías que explican la tendencia y los mecanismos por los cuales la sociedad capitalista genera pobreza mientras, como ningún otro modo de producción, expande las capacidades productivas y los medios de vida disponibles para eliminarla.

El apóstol Pablo, en su primera carta a su joven discípulo Timoteo, dijo: Porque el amor al dinero es raíz de todos los males. Una simple reflexión sobre este principio confirmará su veracidad. La avaricia lleva a las personas a hacer todo tipo de cosas que normalmente no harían. El amor al dinero es lo que motiva a las personas a mentir, robar, engañar, apostar e incluso asesinar. Quienes aman el dinero carecen de la piedad y el contentamiento que constituyen la verdadera ganancia a los ojos de Dios.

En el Sermón del Monte, Jesús dijo: «Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro.» No podéis servir a Dios y al dinero (Mateo 6:24). Este versículo llega al final de un pasaje en el que Jesús nos dice que «hagámos tesoros en el cielo» (v. 19).

Aquí, Jesús compara el «amor al dinero» con la idolatría. Se refiere al dinero como un «amo» al que servimos a expensas de servir a Dios. Dios nos manda no tener «dioses ajenos» antes que al único Dios verdadero y vivo (Éxodo 20:3; el primer mandamiento). Cualquier cosa que ocupe el primer lugar en nuestras vidas, aparte de nuestro Dios Creador, es un ídolo y nos hace culpables de quebrantar el primer
mandamiento.

Después de este encuentro, Jesús se dirige a sus discípulos y discípulas y les dice:
«De cierto os digo que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos». Les repito que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios (Mateo 19:23-24). Jesús dice que la riqueza es uno de los mayores obstáculos para llegar a la fe en Cristo. La razón es obvia: la riqueza se convierte en un amo y señor de nuestras vidas y nos impulsa a hacer todo tipo de
cosas que nos alejan cada vez más de Dios. La buena noticia es que lo que es imposible para la gente, es posible para Dios (Mateo 19:26).

Dado que el capitalismo promueve esta ideología del amor al dinero, la iglesia definitivamente tiene que ser anticapitalista. Aunque creo firmemente que algún día deberíamos crear relaciones donde el dinero desaparezca. O tal vez nos convirtamos en personas ricas, como lo expresó Facundo Cabral, de Argentina:
Rica es la persona que menos necesita. Por eso oro hoy, como San Agustín, diciendo: Deseo poco, y lo poco que deseo, deseo poco. Desear poco no es una actitud mediocre ante la vida; Más bien, es una disposición a recibir las bendiciones, los desafíos o las experiencias que se nos presentan con una actitud
receptiva, despreocupada de las frustraciones y cercana a las virtudes de lo que nos sucede como lo que debe suceder.

De la lectura de Colosenses 3 aprendemos que Dios nos dice que pongamos la mira en las cosas de arriba. Se nos anima a «poner la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra». Este es un llamado a enfocarnos en lo eterno en lugar de lo temporal.

Amén y Ashé

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También puedes leer todos los sermones del Padre Luis Barrios en la sección de Sermones.