Amós 8:1-12; Salmo 52; Colosenses 1:15-28; Lucas 10:38-42
Sexto Domingo después de Pentecostés – Propio 11 – 20 de julio de 2025

Hambre de espiritualidad: Amós 8:8-14 contiene una grave advertencia sobre las consecuencias de no apreciar las bendiciones de Dios y su comunicación con su pueblo. Se habían separado de sus herman@s de la tribu de Judá por la cuestión de quién debería suceder al rey Salomón y habían establecido su propio reino en el norte de la tierra prometida.

Muy pronto comenzaron a olvidar las bendiciones de Dios que los había rescatado de la esclavitud en Egipto, les había dado una tierra y los había protegido y guiado durante tantos años. Hicieron ídolos y comenzaron a adorarlos. Empezaron a seguir otras religiones. Las personas ricas comenzaron a oprimir a las pobres. Dios suscitó profetas para atraer al pueblo de vuelta a él, pero ell@s rechazaron su mensaje. Dieron por sentado su condición de pueblo elegido.

Comenzaron a despreciar la palabra de Dios. No querían escuchar. Querían que Dios se callara y dejara de molestarlos con mensajes que los incomodaban, que hablaban de su pecado, que perturbaban su equilibrio. Les gustaba ser el pueblo de Dios, pero querían que los dejara en paz. Dios entonces levantó a otro profeta, Amós, un pastor del reino del sur de Judá. Amós les dijo que Dios les daría exactamente lo que querían. Dejaría de hablarles. Dejaría de molestarles con profetas. Les abandonaría con sus rebeliones y pecados.

Demasiado tarde apreciarían su atención. Demasiado tarde se darían cuenta de lo bendecidos que eran al tener al Dios del universo como su Dios, como su padre/madre amorosa. Entonces sabrían lo que habían perdido.

Había momentos en que la hambruna azotaba la tierra, cuando no había suficiente comida ni agua para tod@s, cuando la gente pasaba hambre o sed. Tiempos de sufrimiento físico. Ahora Dios prometía un tipo diferente de hambruna. Un tiempo de hambre y sed espiritual. Un tiempo en el que much@s ansiarían desesperadamente satisfacción y alimento espiritual, pero no los encontrarían.

El versículo 12 describe gráficamente a hombres y mujeres recorriendo el país de un lugar a otro, desesperados por la palabra de Dios, pero sin encontrarla. Iban desde el Mediterráneo al oeste hasta el Mar Muerto al este y, al extremo norte del reino, al santuario idólatra de Dan, buscando frenéticamente alimento para sus almas hambrientas, sin encontrarlo.

La única dirección que no irían era el sur, al templo de Dios en Jerusalén, el único lugar donde habrían encontrado a Dios. El versículo 13 nos muestra la magnitud de su sufrimiento; incluso las personas jóvenes fuertes perdieron su vigor en la gran hambruna espiritual. Muchos buscarían satisfacción en los lugares equivocados y en dioses falsos. Caerían por completo. Los ídolos que tanto prometían
materialmente les fallarían. La religión fácil quedaría demostrada como la farsa y la trampa que era.
Habían tenido un privilegio enorme, pero lo consideraron insignificante, al igual que Esaú, quien vendió su primogenitura por un plato de sopa, y, como resultado, al igual que Esaú, perdieron su privilegio.

Organiza tus prioridades: Lucas 10:38-42: La historia de Amós y el evangelio de hoy señalan que la comunión con Dios y la espera en silencio para escuchar su Palabra es más importante, o es la prioridad. No dice que no debamos servir a Dios; Dice que debemos servir a Dios desde una profunda vida devocional, en comunión con Dios, sentad@s a sus pies y escuchando su Palabra.

Es interesante el lugar donde aparece esta historia en el Evangelio de Lucas; sigue a la parábola del buen samaritano. El énfasis en el buen samaritano era: «Ve y haz tú lo mismo» (Lucas 10:37). Ve y sé un buen vecino o vecina. Ponte manos a la obra y sirve a l@s demás. Por lo tanto, podría correr el riesgo de pensar que la vida cristiana se reduce a eso: solo servir, estar ocupad@ y trabajar duro. Por eso, nuestro texto equilibra la imagen de la persona creyente.

Nuestro trabajo para Dios debe surgir de nuestra adoración. Esta es la lección principal de nuestro texto. Si trabajamos, pero no adoramos, estamos en serios problemas. Y si adoramos y no servimos, también estamos en serios problemas. En la vida cristiana, lograr un equilibrio entre el servicio y la adoración es esencial para el crecimiento y la madurez espiritual. Ambos elementos son esenciales para la relación de la persona creyente con Dios y la comunidad de fe. La adoración es el fundamento de la vida. Es la respuesta a la revelación de Dios e implica adoración, alabanza y acción de gracias. El servicio es una expresión de adoración.

Santiago 2:14-17, enfatiza que la fe sin obras está muerta, lo que indica que la fe y la adoración genuinas resultarán naturalmente en actos de servicio. Gálatas 5:13 anima a los creyentes a «servirse unos a otros con humildad y amor», mostrando que el servicio es una expresión práctica de amor y adoración.

Amén y Ashé.

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También puedes leer todos los sermones del Padre Luis Barrios en la sección de Sermones.