Oseas 1:2-10; Salmo 85; Colosenses 2:6-15; Lucas 11:1-13

Séptimo Domingo después de Pentecostés – Propio 12 – Domingo – 27 de julio de 2025.

La oración no se trata principalmente de resultados, sino de confianza. Casi todas nuestras oraciones comienzan con una serie de peticiones en las que le presentamos a Dios nuestros problemas, necesidades e irritaciones. Esto solo refuerza nuestra atención en lo que nos preocupa y en nuestra incapacidad para remediarlo. Podría ser que esto sea, al menos en parte, la razón por la que nos sentimos más deprimid@s y frustrad@s después de orar que antes.

Jesús pronunció el Padrenuestro en respuesta a la petición de sus discípulos y discípulas: «Señor, enséñanos a orar». De hecho, Jesús pronunció esta oración dos veces: una registrada en Mateo (6:9-13) y otra en Lucas (11:2-4). Pero el Padre Nuestro debe entenderse como un ejemplo, un paradigma, un patrón de cómo orar. Nos da los ingredientes que deben formar parte de la oración.

El Padre Nuestro comienza con lo siguiente: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre (Mateo 6:9). Esta introducción revela que nuestra comunicación con el Eterno debe comenzar reconociendo que él no solo nos creó, sino que nuestra relación con él es la de una familia. Algo santificado significa que es santo y puro. Nuestro deseo debe ser que todos reverencien y adoren al Padre porque él merece justamente tal respuesta.

Venga tu reino: El segundo versículo de la oración que el Señor dirigió a sus discípul@s dice lo siguiente: Venga tu reino; Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra (Mateo 6:10). Las personas creyentes deben anhelar fervientemente el reinado justo de la comunidad del reino de Dios en la tierra.

Danos pan: El tercer versículo del esquema de oración de Jesús es el siguiente:

Danos hoy nuestro pan de cada día (Mateo 6:11). Esta es la primera petición en este modelo de oración por algo que necesitamos. Cuando hablamos con nuestro Padre-Madre, debemos reconocer que Él hace posible cada momento de nuestra vida. Siempre debemos tener presente que dependemos plenamente de Él.

¡Perdónanos!: El cuarto versículo del Padre Nuestro es el siguiente: «Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores» (Mateo 6:12). Esta es una variación de la enseñanza de la «Regla de Oro», que establece que debemos tratar a las demás personas como nos gustaría ser tratad@s (Mateo 7:12). En este caso, le pedimos a Dios que nos perdone tanto como nosotr@s perdonamos a l@s demás. Dado que necesitamos el perdón de todos nuestros pecados, no solo algunos, para ser salvos, Mateo 7:12 nos recuerda que debemos esforzarnos por poseer el mismo carácter misericordioso de nuestro Creador.

Protégenos del mal: Esta última línea es un clamor de protección. Reconocemos que somos débiles y necesitamos la fuerza de Dios para resistir la tentación. Como hijos e hijas de Dios, no luchamos sol@s. Él nos libera, nos protege y nos guía con seguridad.

Nuevamente, esta oración es un paradigma, un modelo, no una fórmula exacta. Jesús no estaba prescribiendo palabras exactas para repetir sin un significado personal (Mateo 6:7-8). En cambio, nos mostraba la esencia de la oración: humilde, reverente y relacional. Podemos recitarla, pero debemos saber lo que decimos.

Por otro lado, la lectura de Colosenses nos recuerda que, sin importar lo que tengamos, somos tentad@s a apartar la mirada de lo que tenemos y anhelar algo que quizás ni siquiera sea tan bueno. En lugar de disfrutar lo que ya tenemos, nuestra mirada se desvía hacia opciones inferiores y terminamos perdiendo lo mejor que tenemos. Este no es solo un problema en la vida. También lo es en la iglesia.

Los versículos 6 y 7 son simples: Por tanto, de la manera que recibieron a Cristo Jesús como Señor, anden en él; arraigad@s y sobreedificad@s en él, y confirmad@s en la fe, tal como fueron enseñados, abundando en acciones de gracias.

Hermanos y hermanas, la oración cristiana es nuestra manera de comunicarnos con Dios. Así como un niño o una niña habla y escucha a su padre o madre, la oración es la forma en que nosotr@s, como cristian@s e hij@s de Dios, conversamos con Él. Y la conversación de cada persona con Dios es diferente. Por eso, la oración es la forma de comunicación más íntima que nos conecta directamente con Dios a nivel personal.

Jesús intentaba ayudar a sus discípulos y discípulas a comprender que la oración nos ayuda a alinearnos con la voluntad de Dios. Cuando oramos, también nos alineamos con la voluntad de Dios. Le pedimos que nos guíe y nos ayude en nuestro camino por la vida. Por eso, Dios llama a las personas cristianas a practicar la justicia. Cuando actuamos con justicia, experimentamos el verdadero gozo de Jesús al vislumbrar la gracia y la misericordia que se nos ofreció. Nuestras oraciones deben transformarnos en guerrer@s de la justicia social. En otras palabras, el paradigma de la oración que Jesús dio a sus discípulos y discípulas es el de practicar la justicia. Este es el discipulado que me ayuda a parecerme a Jesús. Amén y Ashé.

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