Segundo Domingo de Pascua; 27 de abril de 2025
Hechos 5:27-32; Salmo 118:14-29; Apocalipsis 1:4-8; Juan 20:19-31
En el contexto de Juan 20: 19-31 quiero anticipar la aparición anual de Tomás el incrédulo, recuerdo que la resurrección no se trata de creer. La resurrección es una forma de estar presente en el mundo. A lo largo de los años he probado varios enfoques diferentes para fomentar la práctica de la resurrección. De aquí esta reflexión.
Comienzo por decir: ¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo ha resucitado en nosotros y nosotras! ¡Aleluya! ¡Cristo ha resucitado! ¿Y qué? ¿Qué puede significar para ti y para mí que un grupo de personas que seguían a Jesús, reunidas en un aposento alto, hablaran de sus experiencias con Jesús y decidieran que ni siquiera la muerte podía apagar la vida que experimentaron en Jesús? ¿Qué nos importa a ti o a mí que Cristo haya resucitado?
Mucha gente te dirá que lo importante de la resurrección es que la creas. A esa misma gente le encanta la historia de Tomás el incrédulo. Así que, cada año, el segundo domingo de Pascua, leemos la historia de Tomás el incrédulo como una especie de vacuna contra la enfermedad de Tomás. En otras palabras, te preguntan; ¿tienes problemas para creer en la resurrección? Pues no hagas lo que hizo Tomás, no dudes, porque te demostrarán que estás equivocado.
Mi entender es este. Podemos gritar: «¡Cristo ha resucitado!». Todo lo que queramos, pero a menos que estemos dispuestas o dispuestos a vivirla, la resurrección significa muy poco. Para vivir la resurrección, necesitamos comenzar a practicarla. La mayoría de nosotros o nosotras hemos visto la resurrección con nuestros propios ojos. Y también la hemos experimentado en nuestras propias vidas. El problema es que la mayoría dudaríamos en etiquetar lo que hemos visto con nuestros propios ojos como «resurrección». Dudamos en llamar resurrección a algo que hemos visto o experimentado en nuestro propio cuerpo. Ya es hora de que vayamos más allá de «creer en la resurrección» para que realmente podamos resurgir.
Durante casi 70 años, quienes seguían a Jesús, se les conocía como las personas del Camino, fueron perseguidas activamente por el Imperio, que los consideraba una peligrosa secta judía. Aunque no era un partido político, era una especie de revolución del amor, y esa revolución venía con dimensiones, sociales, económicas, políticas, culturas y espirituales. Y definitivamente todo esto fue una a amenazas al estatus quo, o sea, al Imperio Romano y al liderato religioso.
Esta particular historia de resurrección fue contada de la forma en que fue contada, para abordar directamente los temores de quienes seguían ese Camino. ¡Es la historia de personas seguidoras de Jesús, amontonadas en el miedo! Según la historia, paralizadas por el miedo, escondidas tras una puerta cerrada. Pero algo sucedió que les dio la fuerza para salir de su propia tumba y cambiar el mundo. Desde que comenzaron a practicar la resurrección, la gente ha estado tratando de averiguar qué pudo haber sucedido exactamente.
¿Qué pudo haber transformado a estas personas atemorizadas, traidoras y desertoras, en un grupo de líderes que iniciaron un movimiento que se extendió por todo el Imperio durante sus vidas y luego, basado en el poder de su testimonio, se extendió por todo el mundo y continúa nutriendo y sosteniendo a millones de personas de generación en generación? Para estas personas no era tan importante la resurrección física de Jesús como el practicar esa resurrección. Puedo decirles sin duda alguna que creo en la resurrección, y sé que Cristo resucitó, y también sé que el mismo poder que las primeras personas que siguieron a Jesús usaron para cambiar el mundo está disponible para ustedes y para mí. Sin embargo, creer en la resurrección no es el punto. Es hora de que comencemos a practicar la resurrección.
Es por esto por lo que una relectura de Juan 20:19-31nos va a demostrar quepracticar la resurrección comienza cuando nos reunimos, negándonos a dejar que nuestros miedos nos sepulten. Practicar la resurrección ocurre cuando nos reunimos para construir comunidades de compasión. Esto requiere que nos reunamos para compartir nuestros dones, talentos y tesoros por el bien de todas las personas.
Practicar la resurrección ocurre cuando nos empoderamos mutuamente para levantarnos, también cuando construimos comunidades de compasión que viven plenamente, aman con generosidad y empoderan a las personas para ser todo lo que fueron creadas para ser.
Practicar la resurrección es poder crear iglesias de puertas abiertas a todo tipo de retos de discapacidad que presentan las personas que sufren una dificultad para funcionar en la sociedad como, por ejemplo; discapacidad cerebral o neurológica; discapacidad auditiva; discapacidad visual; discapacidad física y de movilidad; discapacidad cognitiva o intelectual; discapacidad psicológica, etc.
Podemos practicar la resurrección de una manera que nuestras hermanos y hermanas inmigrantes sea bienvenidas en nuestras iglesias. También podemos practicarla de una manera que podamos destruir todos los proyectos de privatización, políticas neoliberales, colonialistas y capitalistas.
Hemos de practicar la resurrección de modo que la paz con justicia reine en este mundo. También podemos practicarla cuando trabajamos por detener el genocidio que los gobiernos de Israel y de Estados Unidos llevan a cabo contra el pueblo de Palestina.
Podemos practicar la resurrección de una manera en donde nuestros hermanos y hermanas gay, lesbianas, bisexuales, trans, etc., sean visibilizad@s y participen del cuerpo de Cristo en nuestras iglesias. Además, podemos practicar la resurrección procurando que los bloqueos ilegales contra Cuba y Venezuela sean erradicados. Practicar la resurrección para que los pecados del sexismo, feminicidio, misoginia, racismo, clasismo, heterosexismo, adulto-centrismo, indiferencia, etc., sean erradicados de nuestras vidas. Practicar la resurrección donde aprendamos a perdonar a las demás personas y a nosotr@s mism@s. En otras palabras, practicar la resurrección es estar presente solidariamente cada día en el mundo. No es escapar del mundo, es traer el cielo a la tierra de una manera que podamos acompañar y servir al pueblo. Esto no es una practica de una Semana Santa, es un estilo de vida de toda la vida.
Amén y Ashé
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También puedes leer todos los sermones del Padre Luis Barrios en la sección de Sermones.