Hechos 16:16-34; Salmo 97; Apocalipsis 22:12-14, 16-17, 20-21; Juan 17:20-26
Séptimo Domingo de Pascua – 1 de junio de 2025
En Juan 17:20-26 es importante destacar que es la oración más larga y ferviente de Jesús fue por la unidad de la iglesia: “…para que todos sean uno; como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros” (Juan 17:21).
Unidad en Cristo. Eso es lo que me gustaría que reflexionáramos esta mañana.
¿Cuál es el secreto de la unidad cristiana? ¿Qué causa que las iglesias se dividan y que sus miembros se enfrenten entre sí? ¿Y qué efecto tiene la unidad de la iglesia, o la falta de ella, en su testimonio y su capacidad para hacer discípul@s y crecer?
Así que, escuchen esta reflexión con la mayor objetividad posible y consideren cómo se aplica a ustedes. Lo que quiero explorar es lo que las Escrituras nos enseñan sobre la dinámica de una familia sana, porque, después de todo, eso es lo que la iglesia de Jesucristo es, o debería ser: una familia de fe, hermanos y hermanas en Cristo que trabajan en unidad por el bien común.
Jesucristo es la cabeza de la iglesia. Nunca lo olviden. Cuando se trata de mantener la unidad en el cuerpo de Cristo, es la Regla Número Uno.
La Regla Número Dos es esta: Cada miembro del cuerpo de Cristo es importante para el bienestar de todas las personas. Cada un@ tiene un papel vital que desempeñar. En una iglesia sana, no hay peones ni personalidades importantes. Así lo describió Pablo: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, forman un solo cuerpo, así también
Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.” (1 Corintios 12:12-13).
Aquí está la regla número tres: El conflicto es inevitable. Es el resultado natural de dos o más egos sanos que trabajan juntos: Tú lo ves de una manera, yo lo veo de otra. A menos que tengas una iglesia llena de personas perfectas, es de esperar que haya cierto grado de conflicto. No siempre estaremos de acuerdo en todo. La buena noticia es que el conflicto no es la raíz de la división. La división ocurre cuando el
conflicto no se resuelve o cuando se resuelve de una manera hiriente. Jesús dijo:
«Por tanto, si presentas tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar y vete. Reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda» (Mateo 5:23-24).
¿Te diste cuenta de quién debe dar el primer paso? Escucha de nuevo: Si tu hermano o hermana tiene algo contra ti, toma la iniciativa. No esperes a que él o ella venga a ti. Con frecuencia, cuando hay conflicto en la iglesia, la persona que esta enojada se lo cuenta a tod@s menos a aquel con quien está enojad@.
Y, si el conflicto es inevitable, también lo es el enojo. Esto nos lleva a la Regla Número Cuatro: proviene de la Carta de Pablo a los Efesios, donde dice: Si se enojan, no pequen; que el enojo no les dure todo el día. (Efesios 4:26). Escucha: El enojo es una emoción, nada más y nada menos. Puede ser una emoción intensa y poderosa, incluso abrumadora a veces, pero sigue siendo solo una emoción. Al igual que el conflicto, el problema no es el enojo, sino lo que haces con él. Herir a alguien intencionalmente porque estás enojad@ es un pecado. Canalizar tu enojo de forma positiva y constructiva es una virtud.
De nuevo, la unidad cristiana es tan importante como lo que profesamos creer, los programas que ofrecemos y las buenas obras que realizamos. ¿Cuál es la clave?
Cuatro reglas básicas:
- Regla número uno: Jesucristo es la cabeza de la iglesia.
- Regla número dos: Cada miembro es esencial para el bienestar del conjunto.
- Regla número tres: El conflicto es inevitable. Lo importante es cómo lo resuelves.
- Regla número cuatro: Enójate, pero no descargues tu enojo en las demás
personas; y no lo guardes para siempre. - Ah, casi lo olvido: Regla número cinco: En caso de duda, consulta la Regla
número uno: Jesucristo es la cabeza de la iglesia.
Mis hermanos y hermanas, en la unidad la diversidad es un concepto de «unidad sin uniformidad y diversidad sin fragmentación». Es una frase que significa la unidad entre personas con diversas creencias culturales, religiosas, identidades u orientaciones sexuales, estatus sociales y otras diferencias demográficas.
Queremos desarrollo y crecimiento; y una coexistencia pacífica. Esto es lo que queremos lograr con nuestro Plan de Acción o Plan Estratégico. Recuerden, la Iglesia debe ser una familia de familias saludables. Amén y Ashé.
Puedes ver esta reflexión en Youtube.
También puedes leer todos los sermones del Padre Luis Barrios en la sección de Sermones.