Isaías 5:1-7; Salmo 80:1-2, 8-18; Hebreos 11:29-12:2; Lucas 12:49-56
Décimo Domingo después de Pentecostés-17 de agosto de 2025

En este pasaje del Evangelio de Lucas (12:49-56), nos encontramos en un punto de decisivo. Jesús se dirige a Jerusalén. Su bautismo será su muerte, y será un momento definitivo para su pueblo. Podían aceptar su afirmación de ser el Mesías prometido, el Hijo de Dios, quien cumplió Isaías 53 o unirse al liderazgo religioso que lo declaró blasfemo. No había término medio. Su elección era unirse a la
Comunidad del Reino de Jesús o permanecer en esclavitud por la tiranía de la opresión. No había término medio entonces y no lo hay hoy.

Había cosas malas sucediendo, pero la gente quería ignorarlas y ver las cosas de color de rosa. También nos suceden cosas malas en nuestras vidas: el crimen, la maldad y el alejamiento de Dios. Es más fácil ignorarlo todo, pero Dios quiere que veamos el mundo como realmente es y comprendamos su gravedad. Debemos reconocer que existen graves injusticias en nuestro mundo y que podemos
llamarlas pecados sociales.

Los líderes judíos se negaron a aceptar que estaban engañando al pueblo de Dios, especialmente con las 613 reglas sobre cómo las personas podían adorar a Dios y qué podían y no podían hacer en el sabbat judío. Se aferraron a estas reglas y se negaron a pedir perdón a Dios. El bautismo de fuego y la crisis de decisión de Jesús pueden significar su propio juicio y ejecución, o pueden significar el punto de inflexión en nuestras vidas, cuando somos llamad@s a elegir un camino de discipulado que también conllevará dolor. Esta lección nos señala la plena realización del reino-comunidad de Dios —la comunidad de redención y liberación que Jesús vino a realizar.

Cuando Jesús habla de traer división, incluso discordia, no se refería a la división por sí misma. Jesús no era simplemente un agitador peligroso, sin importar lo que alegaran sus enemigos. El trae división a quienes no aman ni desean la verdad. En este mundo, la verdad divide, y Jesús quería preparar a sus discípul@s para el rencor que surgiría de quienes rechazaran a Cristo.

Venir a Jesús significa una nueva forma de vida, por lo tanto, no debemos conformarnos con una falsa paz sin justicia. Jesús dijo que vino a encender un fuego en la tierra. El fuego destruye todo lo temporal y refina todo lo duradero.

Jesús lamentó que la gente de su época se hubiera vuelto experta en interpretar las señales del tiempo para interpretar los patrones meteorológicos inminentes, pero ignorara las señales bíblicas de la venida del Mesías. Los llamados hipócritas porque les importaba más el clima cambiante que supuesta lealtad al Dios eterno.

Dios habla a la gente a lo largo de las Escrituras, pero la gente tenía que escuchar, al igual que nosotr@s tenemos que escuchar hoy. Oír no es lo mismo que escuchar.

Escuchar implica pensar y hacer cambios, pero en muchos casos esto no sucede. La gente en el tiempo de Jesús tenía este problema, y todavía lo tenemos hoy. ¿Con qué frecuencia nos formamos una opinión sobre alguien o algo sin escuchar realmente toda la historia?

Es necesario que haya una distinción entre el bien y el mal, pero debe ser según los estándares de Jesús, no los nuestros. Las acciones firmes generan división porque el llamado a seguir a Jesús exige una respuesta completa de nuestra parte. No podemos servir a Dios y a la maldad. Por esto se nos exige un cambio en nuestras vidas.

La proclamación de Jesús es relevante si consideramos la situación mundial actual. Basta con observar las acciones del presidente estadounidense Donald Trump y las de nuestra gobernadora Jennifer para comprobarlo. Estas personas gobiernan para la gente rica y poderosa y no responden a los intereses del pueblo. Promueven odio y división. La obra de Jesús busca desestabilizar los sistemas opresivos y a los
poderosos que causan división. Él quiere que el cambio en nuestras vidas afecte positivamente al mundo.

Estas son las razones por las que seguir a Jesús significa más que simplemente adoptar nuevas creencias. También significa adoptar una nueva forma de vida. Ser seguidor@s de alguien que ayudó y honró a personas de mala reputación significa que debemos hacer lo mismo, rechazando la tentación fácil de juzgar a l@s demás y, en cambio, invitándoles a nuestras vidas. Ser seguidor@s de quien predicó el
amor y el perdón es practicar lo mismo, especialmente cuando se trata de quienes difieren de nosotr@s, incluso (y quizás especialmente) en sus creencias. La fe es una invitación a vivir de manera diferente ahora, a ver a quienes nos rodean no como almas que salvar ni como amenazas que disuadir, sino como hijos e hijas de Dios que debemos amar, honrar y cuidar.

Jesús nos invita a adoptar patrones de comportamiento y creencias que exigirán cambio, movimiento y acción de nuestra parte. Ese movimiento destruirá hogares y familias hasta la médula. Cristo no vino a traer una falsa paz. Vino a liberarnos de la tiranía del pecado. La misión de la iglesia es trabajar por la justicia social y la compasión social para todas las personas del mundo. Esta es la liberación que trae
salvación. Es hora de hacernos algunas preguntas. ¿La crítica a nuestra sociedad nos ha convertido en ajenos a las actitudes dominantes de quienes nos rodean? ¿O simplemente hemos evitado el conflicto al no hablar ni actuar cuando debíamos?

No puede haber paz mientras haya injusticia en el mundo. Jesús significa adoptar
una nueva forma de vida, el fuego del cambio.

Amén y Ashé.

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También puedes leer todos los sermones del Padre Luis Barrios en la sección de Sermones.