Jeremías 2:4-13; Salmo 81:1, 10-16; Hebreos 13:1-8, 15-16; Lucas 14:1, 7-14
Duodécimo Domingo después de Pentecostés, Propio 17 – 31 de agosto de 2025
Lucas 14:1, 7-14 habla de la importancia de la humildad y la generosidad en las relaciones y la hospitalidad, instando a quienes leen a ser personas humildes y generosas, sin buscar reconocimiento ni recompensa por sus acciones.
¿Con qué frecuencia contestas el teléfono cuando el identificador de llamadas dice «Llamada desconocida»? Sospecho que la mayoría no. Queremos saber quién llama. No queremos sorpresas. Queremos la opción, el control, de decidir cuándo y para quién contestaremos.
Cuando suena el timbre, ¿miras primero a ver si reconoces el carro en la entrada? ¿Alguna vez le has preguntado a tu pareja: «¿Esperas a alguien?»? ¿Alguna vez has mirado por la ventana o por la mirilla y luego has fingido no estar allí?
¿Quién fue la última persona que invitaste a comer o cenar? Supongo que era alguien que ya conocías cuando le invitaste. Solemos invitar a amistades y familiares, a quienes ya conocemos, a quienes nos sentimos cómodos, a quienes pueden servirnos de algo, a quienes buscamos su favor, a quienes nos corresponderán o nos devolverán el favor. En resumen, damos la bienvenida a quienes ya son bienvenidos y bienvenidas, no a quienes no lo son.
¿Alguna vez has recibido una invitación a una fiesta o cena en casa de alguien y te has preguntado o incluso has intentado averiguar quién estaría allí? ¿Serían tu tipo de personas? ¿El tipo de personas con las que te gustaría estar? ¿Alguna vez has aceptado o rechazado una invitación por quién más estaría o no estaría allí?
Piensa en las lecciones que les enseñamos a nuestros hijos e hijas sobre las personas desconocidas. El «peligro de las personas desconocidas» fue con lo que crecí y transmití a mis hijas e hijos. Eso tampoco suena muy propio de Jesús.
La hospitalidad del mundo siempre es condicional. Las personas invitadas ya son conocidas, investigadas y bienvenidas. Sus nombres están en nuestra lista de personas invitadas. Otros nombres no. Tomamos la iniciativa y extendemos la invitación. Y decidimos de antemano los términos y condiciones de la invitación. Sin embargo, eso no es hospitalidad en el reino-comunidad. En la comunidad del reino, la hospitalidad es incondicional. Hemos perdido la iniciativa.
La hospitalidad bíblica, la que Jesús ofreció y enseñó, significa acoger en nuestra casa y vida a la otra persona, a la que es diferente, a la persona extraña. Para Jesús, la hospitalidad va más allá de «tus amigos, amigas, tus hermanos, hermanas, tus parientes o tus vecinos o vecinas ricas». Se trata de «las personas pobres, las lisiadas, las cojas, las ciegas», aquellas que son diferentes a nosotros y nosotras, y no tienen poder, capacidad ni recursos para corresponder, pagar, invitarnos a cenar o servir a nuestros intereses.
La hospitalidad no comienza abriendo la puerta de nuestra casa. Comienza abriendo la puerta de nuestro corazón. La hospitalidad me desafía a enfrentar las formas en que he cerrado y encerrado la puerta de mi corazón. Cuando cerramos la puerta de nuestro corazón y excluimos a las personas extraña, también nos aprisionamos. Las personas extrañas tienen una forma de mostrarnos a nosotros y nosotras mismas y las puertas que hemos cerrado.
La hospitalidad no se trata tanto de quién es o no es la otra persona, sino de quién soy yo y cómo quiero ser. En lugar de hacer una lista de personas invitadas, quizás deberíamos hacer un inventario de nuestros miedos, prejuicios, juicios, escepticismos, cinismos y discriminación hacia las demás personas. Esos son los candados de la puerta de nuestro corazón. Te pregunto; ¿Cómo se manifiesta la hospitalidad en tu vida hoy?
Jeremías 2:4-13 habla del lamento de Dios por la infidelidad de los y las israelitas y su alejamiento de Él para adorar ídolos, abandonando la verdadera fuente de agua viva por cisternas rotas que no retienen agua. Este versículo es un poderoso recordatorio de que a veces nosotr@s, como pueblo de Dios, podemos alejarnos de Él y recurrir a cosas sin valor ni poder, como ídolos sin valor.
El pasaje de Hebreos 13 presenta profundas perspectivas sobre la vida cristiana y la participación comunitaria. Al leer estos versículos, nos animan a abrazar el amor mutuo, la hospitalidad y el respeto mutuo. Enfatiza la importancia del amor como práctica continua, invitándonos a crear un ambiente cálido y acogedor a nuestro alrededor.
Hermanas y hermanos, abracemos la lección de Lucas 14:1, 7-14 y ejerzamos la humildad y el servicio en nuestras interacciones diarias. Procuremos priorizar a las demás personas sobre nosotr@s mism@s, sin buscar reconocimiento ni elogios. En nuestra vida laboral y familiar, practiquemos el servicio desinteresado, reflejando el amor y la humildad que Jesús demostró. ¿Aceptas el reto y vives esta profunda enseñanza en tu propia vida? Amén y Ashé.
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También puedes leer todos los sermones del Padre Luis Barrios en la sección de Sermones.