Habacuc 1:1-4; 2:1-4; Salmo 119:137-144; 2 Tesalonicenses 1:1-4, 11-12; Lucas 19:1-10
Vigésimo primer domingo después de Pentecostés – Propio 26 – 2 de noviembre de 2025
Lucas 19:1-10 – La salvación significa justicia en público.
Mi querida familia, hoy nos encontramos con Jesús caminando por Jericó, una ciudad de murallas, riqueza y exclusión. Y allí, encaramado en un sicómoro, está Zaqueo: rico, poderoso y despreciado. Un colaborador del imperio. Un hombre que se enriqueció robando demasiado a las personas pobres.
Sube al árbol porque quiere ver a Jesús, pero no quiere enfrentarse a la gente a la que ha robado. Y, sin embargo, Jesús se detiene. Levanta la vista. Y dice algo escandaloso: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que quedarme en tu casa». No es una visita cortés. Es un encuentro de amor. Es traer vida a una persona viva que está muerta.
Jesús entra en la casa del opresor, no para bendecir su corrupción, sino para liberar su humanidad. Jesús va donde otras personas no entran. Al hogar de la avaricia. Al sistema de explotación. Y en ese encuentro, ocurre algo radical: Zaqueo no solo se siente perdonado, sino que cambia su economía. Dice: «La mitad de mis bienes doy a las personas pobres, y si he defraudado a alguien, se lo devuelvo cuadruplicado».
Esta es una conversión contundente, es la salvación que redistribuye y es la gracia que desbarata la injusticia.
La gente se queja: «¡Ha ido a hospedarse en casa de un pecador!». Quieren un Mesías que salve a las personas pobres sin tocar a las personas ricas. Pero Jesús se niega a separar la salvación personal de la transformación social. Declara: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa».
Atención: a esta casa, no solo a este hombre. La salvación se hace pública. Entra en la economía, la comunidad, las calles.
Pongamos esto en claro. Si Jesús caminara por nuestras ciudades hoy —San Juan, Vieques, Nueva York, Gaza, Washington—, ¿dónde se detendría? Quizás no en la iglesia, sino en el banco. No en el palacio, sino en el centro de detención.
No en los cómodos bancos de la iglesia, sino en las casas de los cómplices del imperio. Donde esta LUMA y Acueductos y Alcantarillados.
¿Y qué diría? «Baja de tu árbol de privilegios. Baja de tu seguridad, tu silencio, tu neutralidad. Hoy voy a tu casa para liberarte de lo que crees poseer».
El Evangelio es radical porque redefine la salvación como justicia económica y comunidad restaurada. Ser «salvad@» es ser pleno, y una sociedad no puede ser plena mientras algunas personas festejan y otras mueren de hambre.
La historia de Zaqueo es un desafío para la Iglesia: no podemos predicar a Jesús e ignorar los sistemas de riqueza y exclusión de Jericó. No podemos cantar la salvación mientras mantenemos a las personas pobres fuera de nuestras mesas. La salvación llega cuando abrimos nuestros hogares, nuestras billeteras y nuestros corazones a la justicia de Dios.
Habacuc 1:1-4; 2:1-4
Trata sobre el profeta esperando la respuesta de Dios a sus preocupaciones, siendo exhortado a ser paciente y confiar en el tiempo de Dios, y enfatizando que las personas justas vivirán por fe. La paciencia es una virtud que a menudo es más fácil decir que hacer. Esperar el tiempo de Dios requiere confianza y fe en su plan para nosotr@s. Este versículo también enfatiza la importancia de vivir una vida justa por fe. Nos recuerda que la fe no es solo una creencia que albergamos en nuestros corazones, sino una forma de vivir.
2 Tesalonicenses 1:1-4, 11-12
Trata sobre orar para que el poder de Dios cumpla todo buen propósito y obra de fe para glorificar a Jesucristo. Encarnemos nuestra fe con nuestras obras, tal como lo hacemos en nuestras responsabilidades diarias. Llevemos la luz de la bondad y la gracia en nuestro trabajo, en nuestras familias y hacia todas las personas que nos rodean.
Así pues, Iglesia, bajemos de nuestros árboles de comodidad.
Recibamos a Jesús en nuestras realidades económicas. Destruyamos el sistema capitalista. Vivamos una salvación que cambie la forma en que tratamos a las personas trabajadores, a las personas migrantes y a la tierra. Entonces, y solo entonces, Jesús dirá de nosotros y nosotras: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa». De esta manera honramos a nuestras personas que murieron y aquellas que están muertas en vida: Liberándolas. Amen & Ashé
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También puedes leer todos los sermones del Padre Luis Barrios en la sección de Sermones.


