Segundo Domingo de Adviento- 7 diciembre 2025

Isaías 11:1-10; Salmo 72:1-7, 18-19; Romanos 15: 4-13; Mateo 3: 1-12

1. Juan el Bautista: el profeta que grita donde nadie quiere mirar

Este Segundo Domingo de Adviento la historia comienza en el desierto, no en el templo. Dios elige el terreno seco donde el Imperio no tiene cámaras, donde los poderosos no pisan porque no pueden controlarlo. Allí surge Juan, vestido con lo poco que la tierra ofrece, sin lujos, sin títulos, sin permiso del palacio ni de la jerarquía religiosa.

Juan predica un mensaje que no se puede domesticar: “Arrepiéntanse, porque el Reino de los cielos se ha acercado.” En otras palabras: ¡Cámbienlo todo! Porque Dios ya está aquí moviendo estructuras, no ofreciéndoles calmantes espirituales.

2. El arrepentimiento radical no es sentir culpa: es cambiar de camino

Juan no está hablando de emociones religiosas. El “arrepentimiento” que él reclama es metanoia: cambio de mentalidad, giro de dirección, abrir espacio para un nuevo orden de vida. Si el Reino-Comunidad está cerca, entonces:

  • no se puede seguir abusando de las personas pobre,
  • no se puede seguir explotando la tierra,
  • no se puede seguir haciendo liturgia sin justicia,
  • no se puede seguir hablando de Dios mientras se oprime al prójimo, prójima.

Arrepentirse es romper pactos con los poderes de muerte y empezar a construir una sociedad donde Dios pueda reconocerse.

3. El choque frontal con las personas religiosas que están cómodas

Cuando los fariseos y saduceos aparecen en la escena, Juan no les dice “bienvenidos”. Les dice: “¡Generación de víboras!” ¿Por qué? Porque querían el rito sin la conversión, el bautismo sin la justicia, la fe sin el riesgo.

Querían lavar la conciencia, no transformarse y a la misma vez transformar el sistema. Querían sentirse “del lado de Dios” mientras seguían beneficiándose de las estructuras desiguales del templo y del Imperio.

Juan denuncia una realidad que aún hoy persiste: Los sistemas religiosos son capaces de bendecir injusticias mientras pronuncian el nombre de Dios.

4. Dios no necesita hijos o hijas de Abraham… ni iglesias llenas

Juan dice algo aún más explosivo: “Dios puede levantar hijos e hijas de Abraham de estas piedras.” Traducción radical: Nadie es indispensable para Dios. Ni templos, ni partidos, ni instituciones, ni denominaciones.

Si las iglesias se vuelven aliadas del poder, Dios levantará profetas y profetisas en la calle, si los y las líderes se venden, Dios usará a las víctimas para denunciar la mentira, si la religión se acomoda, Dios hará nacer libertad desde abajo. Por esto la lectura de Isaías 11: 1-10 se predice la llegada de una figura mesiánica que traerá paz y armonía, estableciendo un reino-comunidad basado en la justicia y la equidad.

5. El hacha está puesta a la raíz, no a las hojas

Juan anuncia: “El hacha ya está puesta a la raíz del árbol.” Dios no viene a podar;

Dios viene a arrancar de raíz:

  • el racismo,
  • el colonialismo,
  • sionismo,
  • la desigualdad económica,
  • la violencia de género,
  • la corrupción religiosa,
  • el militarismo que convierte pueblos en zonas de sacrificio,
  • la espiritualidad hueca que no produce justicia.

Juan no predica reformas cosméticas; predica cirugía radical.

6. Jesús trae el fuego: purificación que duele, pero libera

Juan anticipa a Jesús con estas palabras: “Él los bautizará en Espíritu Santo y fuego.” Ese fuego no es destrucción caprichosa; es purificación profunda.

Es el fuego que quema:

  • el orgullo,
  • la complicidad,
  • la indiferencia,
  • la cobardía,
  • la mentira.

Es un fuego que no destruye la vida; destruye todo lo que impide la vida. Y en manos de Jesús, ese fuego es sanador: limpia, humaniza, rehace, libera. Por esto Romanos 15:4-13 nos recuerda que vamos a encontrar esperanza, unidad y alegría a través de la resistencia y las Escrituras, enfatizando la inclusión tanto de judíos como de gentiles en el plan redentor de Dios a través de Jesucristo.

7. ¿Qué significa este texto para nuestro Puerto Rico (y otros pueblos) herido?

Mateo 3:1-12 nos convoca hoy a:

  • Arrepentimiento social, no solo individual: desmontar sistemas que generan pobreza.
  • Denuncia profética contra quienes usan la fe para justificar desigualdades.
  • Conversión estructural: movernos hacia prácticas comunitarias de justicia, organización y solidaridad.
  • Fe encarnada: no solo liturgias bellas, sino barrios sanados.
  • Fuego santo: permitir que Jesús queme nuestra comodidad para encender pasión por el Reino.
  • Seamos personas solidarias con quienes sufren en este momento, como por ejemplo Palestina, Cuba, Venezuela, Vieques, etc. 

8. Conclusión:  El mensaje radical del Bautista es claro: Dios ya está actuando. O nos sumamos a la transformación, o quedamos fuera de la historia del Reino-Comunidad. Recordemos en este Segundo Domingo de Adviento que no basta el bautismo, hace falta la práctica de la justicia. Amen & Ashé.

Puedes ver esta reflexión en Youtube.

También puedes leer todos los sermones del Padre Luis Barrios en la sección de Sermones.